“La primera vez que fui consciente de que yo era prieto es cuando llegué al cine nacional, ahí me di cuenta de que no somos iguales, vamos, ni siquiera comemos lo mismo. Yo llegaba a la mesa donde estaban los actores, productores y directores y ahí no había tortillas y ahí no había salsas picantes, pero te vas a la mesa del staff y hay un chingo de tortillas y hay chilitos toreados. Parece una cosa ridícula y tonta”, comentó.
“Yo le eché muchísimas ganas a integrarme, muchos años negué mi identidad, pero era muy doloroso, muy cansado y terminaba aislado porque yo no puedo pertenecer a la élite, hay una última capa en la que ya no puedo entrar porque no me eduqué en sus colegios, no pertenezco a sus familias, no habito sus espacios. Entonces, durante mucho tiempo estuve muy alejado de lo que era hasta que una amiga me dijo: ‘¿Por qué quieres pertenecer? Pertenece a tu propio grupo’”, destacó.
El actor aseguró que el veinte le cayó precisamente en una de las fiestas privadas del festival de Cannes, en un glamurosísimo restaurante del Mediterráneo. “Sonó una cumbia en ese bar mamalón y dije ‘A huevo, de Ecatepec pal mundo’. Ahí me empecé a reconsiderar, a entender que lo que yo era no tenía nada de malo, no tenía nada de qué avergonzarme, sino que había mucho de qué enorgullecerse. Pensé así está bien, abrázalo y cuídalo y ámalo, güey. Yo no vuelvo en la vida a traicionarme, no vuelvo a negar de dónde vengo y si lo vuelvo a hacer, pues tengo ahora un montón de gente a mi alrededor que me da de zapes”, concluyó.
Tenoch Huerta para la revista Quién